El Botox, conocido por sus múltiples aplicaciones estéticas, también se ha convertido en un aliado eficaz en el tratamiento del bruxismo.
Durante la sesión, se inyecta Botox en los músculos maseteros, responsables de la fuerza de mordida. Este proceso ayuda a relajar y debilitar temporalmente dichos músculos, reduciendo así la presión sobre los dientes y la mandíbula.
Beneficios:
- Reduce el dolor y la tensión en la mandíbula y el cuello.
- Previene el desgaste dental y la fractura de dientes y restauraciones.
- Minimiza los dolores de cabeza asociados al bruxismo.
- Proporciona un alivio duradero y efectivo.
- Rostro menos tenso, con mejora en la apariencia de la mandíbula.